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(cOsAsDiveRTIdAs:236765) * El hombre al que no le afectaban las cuchilladas

* El hombre al que no le afectaban las cuchilladas
Suiza. Verano de 1947. Un grupo de médicos oye hablar de un mago Holandés, llamado Mirin Dajo, el que parece podía llegar a controlar las funciones y reacciones de su cuerpo. Dajo, solía trabajar en un teatro de varietés en Zurcí, y el equipo médico hizo todo lo posible para que hiciera una demostración en el hospital cantonal de dicha ciudad.

Allí, en el quirófano, se reunieron un nutrido grupo de médicos, estudiantes, periodistas y fotógrafos de prensa. Mirin Dajo acudió a la cita acompañado por dos ayudantes, uno de los cuales era el hipnotizador y naturalista, Hylke Otter, que fue el primero en descubrir la capacidad invulnerable del mago.

Hechas las presentaciones, Mirin Dajo se descubre el torso, y uno de los acompañantes toma un florete, se coloca detrás del mago, y se lo clava con gran rapidez a la altura del abdomen. El florete le cruza el cuerpo de parte a parte, pero nuestro protagonista no parece sentirse afectado. Todos los reunidos logran verlo con gran claridad y se asombran observando como de sus heridas no brota sangre alguna.
El profesor doctor Alfred Brunner, jefe de la sección de cirugía, pregunta a Mirin Dajo si puede hacerle una radiografía con el florete clavado. Este da su aprobación y todo el grupo se dirige con él a la sala de rayos X que se encuentra en la planta superior. Con toda impasibilidad, nuestro mago camina con el florete insertado en el cuerpo hasta que llegar al lugar deseado. Cuando la radiografía es revelada, todos los presentes se quedan de una pieza: el florete, ha perforado órganos vitales.

Con el asombro todavía evidente en el rostro de profesor Brunner, este acaba reconociendo que se encuentra ante un enigma médico.

Veinte minutos después uno de lo acompañantes de Dajo le saca el florete y en su lugar aparecen dos pequeñas cicatrices en los puntos de entrada y de salida, pero la sangre sigue sin aparecer por ninguna parte. Al hacerle posteriormente un análisis médico, se demuestra que Dajo se halla completamente sano.

El experimento fue repetido también en el hospital de Basilea. Los doctores Hans Staub y Max Lüdin, presentes en la prueba, no daban crédito a sus ojos. El experimento se repitió varias veces.

Mirin Dajo, reprodujo muchas veces esta proeza a lo largo de su vida, bien fuera ante capacitados doctores de universidad o ante un público profano, en los escenarios de los teatros. Dajo, era capaz de correr con la espada clavada en su cuerpo y sus cicatrices siempre se cerraban con rapidez, sin manar gota de sangre alguna.
 
        
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  
 
 

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