No hay Estado sin inversión privada y no lo hay porque el Estado funciona solo porque alguien lo financia ¿Quién lo financia? La gente y las empresas con sus impuestos. Recauda el Estado, pero al presionar más sobre los escasos contribuyentes, para expandirse, menos inversiones se reportan y la recaudación se reduce y, por lo tanto, el Estado no puede subsistir sino fabricando dinero.

Si se fabrica dinero para "tener un Estado" que cumpla sus promesas, se llama a la inflación. La inflación, sin frenos, desborda y los precios se elevan y la gente se empobrece y las empresas quiebran; se incrementa el desempleo y la pobreza se disemina. En Venezuela la inflación mensual es de 30% aproximadamente, lo que supone un deterioro progresivo e inexorable de la capacidad adquisitiva.

El desarrollo económico no se logra con decretos porque la racionalidad económica no depende de la voluntad del gobernante. El desarrollo económico se logra cuando el Estado promueve las inversiones privadas con mayor libertad y menos costos institucionales. Al haber más inversión habrá más empleo y crecimiento; y al haber más empleo habrá más consumo; y al haber más consumo habrá más inversión, sucesivamente. Al haber más empresas, la recaudación crece espontáneamente porque hay más rentas; y con más gente tributando, aumentan y mejoran los programas sociales. Más inversión, más empleo y más programas sociales inducen a la reducción progresiva de la pobreza. El camino no es tan corto, pero no es fácil vislumbrar uno mejor. El otro camino es artificial, abrupto y suicida, solo empobrece.

Para algunos, que no logran internalizar las lógicas económicas o que las demonizan, el liberal es un diablo insensible, condenado a la impopularidad. El socialista, en cambio, es un mesías, un apóstol de la sensibilidad social. En realidad, nadie duda de su buena fe y de su bondad compasiva, se duda de la idoneidad de sus métodos.

Dado que la educación peruana no ofrece los criterios para entender las bases de la lógica del mercado, no es válido culpar cualquier despropósito tan a la ligera; pero el reto es que, al menos, se entienda que el modelo económico puede perfeccionarse, los programas sociales optimizarse y ampliarse, pero no hay mejor vía y más segura que esa, la del mercado libre. Lo demás es batallar a locas contra la fuerza de gravedad, no más que con un par de frágiles plumas entre manos.