* Shafilea Ahmed y Bibi Aisha: dos víctimas de "crímenes de honor"
Shafilea Ahmed no se quería casar y, parece ser que por eso murió. Su cuerpo fue encontrado, descompuesto, en la margen de un río al norte del Inglaterra en febrero de 2004. Entonces se aceptó que la muerte de esta chica inglesa de 17 años y orígen paquistaní sería un caso sin resolver. No se escuchó la historia de Alesha, su hermana pequeña, que desde septiembre de 2003 iba diciendo que fueron sus padres los que habían matado a Shafilea por no querer casarse con un primo suyo que vivía en Pakistán. Ahora, tras nueve años de tensa convivencia con sus padres y de abusos domésticos, Alesha está contando su versión de los hechos.
Cuenta Alesha que su hermana quería un novio, como es normal una chica de 17 años. Sus padres no podían aceptar un compromiso tan informal. De hecho, en febrero de 2003, se la llevaron a Pakistán para que conociera a un primo con el que ellos querían casarla. Ella se negó. Coincide que esa misma noche se metió en el baño de la casa de su abuela y se bebió una botella de lejía "por error", según añadieron los padres
Las autoridades creen imposible que se pueda hacer algo así por error y ven en ese gesto una muestra de auto-destrucción, un grito de ayuda ante lo que debió de haber sido un conflicto de tremendas dimensiones. Fue llevada de vuelta a Inglaterra y tratada de urgencia en un hospital de la beneficencia. Siempre según su hermana, un paciente le preguntó por qué había bebido la lejía. Ella contestó, "No sabes lo que me están haciendo". En mayo de 2003, volvió a casa.
En septiembre fue asesinada por sus padres porque "estaba trayendo deshonor a la familia". Se había occidentalizado demasiado, dicen, algo que demostraba por su forma de vestir cuando el cadáver fue hallado: tacones blancos y el pelo teñido de rojo. Su asesinato puso fin a un año de abusos domésticos por no conformarse a la mentalidad de sus padres. Ellos, por cierto, emitieron un comunicado diciendo que su preciosa hija era irremplazable en cuanto se encontró su cadáver. No habían hecho nada cuando desapareció seis meses antes.
De ser cierta, la trágica historia de Shafilea Ahmed sería un capítulo más en los "crímenes de honor" cometidos en nombre de un código tradicional pero despiadado, que pone a la familia , encarnada en el patriarca, por encima de todo, y legitima la muerte de una hija o una esposa antes que tolerar la desobediencia. El más famoso es Bibi Aisha, la chica que apareció sin nariz en la portada de la revista Time porque los hombres de su aldea se la habían cortado después de que se fugara de la familia a la que había sido vendida por su padre cuando era pequeña (un primo del padre había matado a un miembro de la otra familia, y así se resolvió el conflicto). El de Aisha es el caso más conocido, pero no por ello el menos triste: llegó a Estados Unidos hecha una celebridad y recibió todo tipo de atención mediática y médica… durante un rato. Luego, la organización que la había traído a EE UU perdió el interés en dar que hablar sobre Afganistán y la chica quedó en manos de varios médicos voluntarios, obligada a compartir casa en Nueva York.
Lo lógico sería pensar que habría que reconstruirle la nariz lo primero. Pero no resultó tan fácil. En 2010, se dieron cuenta de que Aisha estaba demasiado traumatizada y tenía una personalidad demasiado inestable - sospechan que quizás ya sufría problemas psicológicos antes de la brutal agresión - para aguantar el segundo trauma que supondría la operación. Durante estos últimos dos años (ahora tiene 22) Aisha ha sido víctima de ataques de nervios en los que se ha arrancado el pelo y mordido los dedos, de cambios repentinos de medicación y sobre todo de vivir sin familia rodeada de profesionales que la quieren pero que ella no ha elegido
Hace unos meses, una familia decidió llevársela a vivir a Virginia. Ya no tiene profesores que la enseñen a leer, o que le expliquen matemáticas. Tampoco tiene nariz: sólo unas prótesis que va perdiendo por la calle. Sigue actuando como una niña pequeña, con cambios de humor que van del blanco al negro, eternamente abrazada a alguien, o gritándole a otro. Pero sigue dedicándose enérgicamente a su pasatiempo favorito: columpiarse (ya se atreve a hacerlo sola) en los columpios de un parque. Si esta actividad es un recuerdo de que aún guarda algo de la pureza de cuando era pequeña, antes de que su vida se torciera porque todo el mundo a su alrededor la traicionó, hay esperanza.
Fuente: The Guardian / CNN
0 comentarios:
Publicar un comentario