El heredero del caudillo bufón, Hugo Chávez, ha dado un pucherazo para alzarse con la victoria en unas elecciones que perdió. Nicolás Maduro es un personaje todavía más cutre que su ídolo, al que ha instalado en el altar marxista junto a Fidel Castro, para poder adorarle con unción y beatería.
José Manuel García-Margallo es un político inteligente y moderado que se distingue por la prudencia y la mesura. Todo que ha declarado sobre Venezuela me parece un modelo de equilibrio y buen sentido.
El señor Maduro, presidente tramposo de Venezuela, necesitaba un pretexto para golpear de forma demagógica de cara a la galería. Por eso ha arremetido contra Margallo y contra España. Se ha inventado un chivo expiatorio y, con un estilo inaceptable en el mundo de las relaciones internacionales, se ha rebajado hasta el insulto grosero, exigiendo al ministro español que "saque sus narices de Venezuela" y calificándole de canciller impertinente. Margallo ha hecho bien en no replicarle, en no ponerse a la altura del presidente zafio. No ofende quien quiere sino quien puede. Y Nicolás Maduro a quien de verdad ha ofendido es a Venezuela y a su admirable pueblo al descender hasta los albañales del insulto en su intento de agredir a España y a su ministro de Asuntos Exteriores.
de la Real Academia Española
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