* Amasando se hace el pan.
Recuerdo que cuando era niño mis padres nos llevaron -a mis hermanos y a mí- a la tahona de un pueblecito andaluz, donde se veía amasar, moldear, y luego cocer, la masa del pan. Allí mismo comprábamos el pan que necesitábamos, caliente, apetitoso, y más blanco y limpio que el de la capital. La visita a la tahona y la contemplación de su actividad nos hacía apreciar más el pan de que disfrutábamos en las comidas o en la merienda. En aquel alimento estaba el esfuerzo de las manos artesanas de unos panaderos y panaderas, personas humildes y sencillas. No hay un producto satisfactorio que no porte en su entraña cierto trabajo humano. Igualmente es cierto que nunca conseguiremos un resultado satisfactorio en nuestra actividad, profesional o no, sin poner los medios, el tiempo y el esfuerzo. Y esa actividad nuestra, a su vez, puede redundar en beneficio de otros. La cadena del trabajo puede hermanarnos; basta que reflexionemos un poco sobre su alcance.
(Comentarios realizados por Fernando Rodríguez-Izquierdo Gavala. Universidad de Sevilla)
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