Contrabando legalizado
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por Roberto Roth
En tiempos del Virreinato, como cualquier colonia, debíamos importar desde España nuestras necesidades, como aceite de oliva y vino. Pero España no producía negros. Los esclavos para trabajar las minas de Potosí venían de África, pero no los podía traer cualquiera. Las autoridades españolas habían concedido el monopolio de la importación a una firma inglesa, autorizada a importar y vender 1.000 negros por año.
Así empezó en el Río de la Plata el contrabando legalizado. Crónicas de la época señalan que la firma importaba sus 1.000 negros y luego volvía a iniciar la cuenta a partir de 1. Guardaba su “stock” de negros en la isla San Gabriel, frente a Colonia, donde los desembarcaban a su llegada de África para engordar, como se hace hoy con la hacienda antes de mandarla a remate, para traerlos gorditos en tandas a Retiro, dónde le habían concedido unos galpones para exhibirlos y rematarlos.
La importación de negros terminó con la caída del Virrey Cisneros, no por el cambio de régimen, sino porque coincidió con el agotamiento de Potosí como fuente de plata.
Autos en vez de negros
Ignoro qué ocurrió durante el siglo y medio siguiente, pero retomo con lo que vi desde que tuve uso de razón, cuando el contrabando legalizado ya no era de negros sino de autos.
Como durante la guerra (1939-1945) no se habían fabricado autos, a su final había una demanda atrasada de cinco años. Coincidió con la llegada de Perón (1946), que puso control de cambios, con lo cual nadie los podía importar sin permiso del gobierno. Como siempre se empezó con un sistema transparente: primero pudieron importar auto los médicos, que de a poquito se fue prostituyendo. Se extendió a los funcionarios, después a loa allegados políticos y finalmente los permisos de importación directamente se vendían en un mercado clandestino, hasta que se juntaron las dos cosas y se decidió que habría un importador único, Jorge Antonio, representante de Mercedes Benz, versión moderna de la firma inglesa que importaba negros durante la colonia.
Stroessner nos da una mano
Caído Perón en 1955 se produjo nuevamente un vacío: no entraban coches, ni, al cambiar los funcionarios que hacían el ojo gordo para que pasaran, whisky y cigarrillos que eran los otros dos grandes rubros de contrabando. Esto último fue rápidamente resuelto ya que por suerte Stroessner se había constituido en Presidente del Paraguay en 1954 e inauguró un sistema para facilitar el contrabando a la Argentina, por sus allegados, pero quedaba sin resolver el contrabando de autos.
Confusión uruguaya
La aparición de Stroessner fue una bendición, porque Uruguay, fundada para facilitar el contrabando inglés a nuestro país, había pasado de un régimen presidencialista a uno de ejecutivo colegiado, donde estaban representados los dos grandes partidos, Colorado y Blanco. Esto significó que en cada repartición pública si el director era Blanco el subdirector debía ser Colorado, que en la práctica diaria, particularmente en las aduanas, significó que la coima que se daba a uno tenía que ser repetida con el otro, duplicando costos.
Coincidiendo con el cambio al régimen colegiado los americanos, que habían lanzado la Alianza para el Progreso para orientar a nuestros países hacia la prosperidad descubrieron que Uruguay no tenía impuestos de aduana, lo cual era lógico porque lo que se importaba era para contrabandear a la Argentina. Convencieron al nuevo gobierno que tenía mayoría del Partido Blanco que hacía 90 años que no llegaba al poder, que el progreso requería urgentemente un impuesto aduanero. La economía se desplomó con el nuevo impuesto y el peso oro del Uruguay se desfondó.
Los importadores que facilitaban el contrabando buscando una solución la encontraron en Paraguay. Coincidió también con que Estados Unidos decidió liquidar la flota de bombarderos sobrantes de la guerra, a precio de remate. El Chesterfield y el whisky podían llegar al Paraguay por aire más barato que a Uruguay por barco.
Da una idea de la magnitud del contrabando tanto la recesión uruguaya como el sostenido impulso que cobró la economía paraguaya.
La conexión paraguaya aseguraba la provisión de cigarrillos y whisky, pero no la de autos.
Solución el Paralelo 42
Para resolver este problema y, de paso, eliminar la intermediación paraguaya, nuestros gobernantes inventaron, para promover la Patagonia ya que siempre hay que tener objetivos nobles y progresistas, el régimen del Paralelo 42, por el cual todo lo que se importara al Sur del paralelo que es el límite entre Río Negro y Chubut entraba libre impuestos de aduana.
Por aquella época pasé por Madryn. Un extenso playón frente al puerto estaba atestado de autos nuevos, ninguno de los cuales podía andar por las rutas patagónicas enripiadas con un canto rodado grueso para que anduvieran camiones y camionetas que hubieran destrozado cualquier auto.
El Dr. Simonetti, Ministro de Gobierno de la provincia, me llevó por la Ruta 3 hacia Río Negro. Observé un camino de tierra que se abría a la derecha y pregunté si conducía a alguna playa. El Ministro me aclaró que era el desvío que se tomaba para eludir el puesto de Aduana ubicado en el Paralelo 42.
El auto importado para la Patagonia, salvado el escollo del Paralelo era llevado a algún municipio amigo que lo patentaba, los municipios otorgaban la patente por aquellos años, que era a su vez la garantía que el auto había sido legalmente importado.
El Paralelo 42 causó tanto escándalo que al subir Frondizi en 1957 abolió el régimen.
Para promover Tierra del Fuego
Pero siempre hay funcionarios ávidos por proponer regímenes para el progreso del país. Ese fue el Puerto Franco para Tierra del Fuego que pronto se hizo ley en substitución del desacreditado Paralelo 42.
Explicaron sus promotores que, como no había conexión por tierra con la isla, sería imposible traer contrabando al continente. En eso tenían razón. El contrabando había pegado un salto tecnológico. No habría más playones atestados de autos como el que yo había visto en Madryn. Los autos, el whisky, los Chesterfield y demás bienes que llegaban a Buenos Aires para ser reembarcados con destino a la isla con su respectiva documentación que era efectivamente estampada con todos los sellos necesarios para probar que había llegado a destino aunque el viaje había sido apenas virtual, que tenía la ventaja adicional que se ahorraba el flete para mandarla y otro tanto para traerla de vuelta. De esto me enteré años después cuando fundé una empresa pesquera en la isla.
Crisis del Puerto Franco
El Puerto Franco funcionó, pacíficamente y con toda discreción, hasta 1968 cuando Onganía, Presidente, hizo una visita a la isla y se enteró que existía. Las excepciones a la ley de aduanas le causaban poca gracia, pero los pobladores y el gobernador insistían que eran esenciales para la economía isleña, que se desarrollaba con el turismo y atraer nuevos pobladores. Como medida de compromiso yo, que era el Legal y Técnico del gobierno, señalé que como nadie iba a venir para tomar scotch, fumar Chesterfield y manejar Mercedes Benz, podríamos mantener la excepción para las baratijas que vendían al turismo y eliminarla para estos tres rubros. Como no había argumento racional que se pudiera oponer a este punto de vista se modificó la ley del Puerto Franco.
Ignoraba yo que había asestado un golpe mortal al contrabando de autos de alta gama con mi propuesta y un reordenamiento del contrabando de cigarrillos y whisky. Estos dos rubros últimos fueron rápidamente resueltos con ayuda de los paraguayos, pero el problema de los autos no tenía solución hasta no cambiar el gobierno.
Salida de Onganía
Eso ocurrió cuando los tres comandantes en jefe decidieron destituirlo a Onganía. Se reunieron de inmediato a considerar los temas urgentes.
El Almirante Gnavi, Comandante en Jefe de la Armada, extrajo de las profundidades de su capote un proyecto de 86 artículos, entre ellos uno que sacaba el control de las importaciones de los diplomáticos de la Aduana y lo entregaba a la Dirección de Ceremonial de la Cancillería.
Este sistema funcionó para el contrabando de autos durante las siguientes décadas. Un vicecónsul de Ghana, Haití o Somalía importaba su Mercedes Benz, la agencia que se lo vendía le conseguía también comprador que el vicecónsul nombraba chofer. Pasados los dos años el auto podía ser vendido y nacionalizado. El chofer se convertía en dueño.
Recién hace un par de años estalló el escándalo públicamente, pero durante cuarenta años no faltaron Mercedes Benz en el país.
Sistema alternativo
También se creó un sistema alternativo, posiblemente por desavenencias entre contrabandistas, que fue el de los discapacitados. Los que tenían algún tipo de problema físico para manejar podían importar autos diseñados para resolverlo, por ejemplo manejando el embrague y el freno con las manos. Se puso de moda buscar rengos para importar autos. Por pobres que fueran siempre importaban un Mercedes Benz.
Cambia la demanda
Se produjo por entonces un gran cambio. Disminuyó la demanda de cigarrillos importados, con lo cual desapareció el eficiente mecanismo de distribución que los llevaba como “delivery” de puerta en puerta en la Capital y las grandes ciudades. El comienzo del embotellamiento local de whisky importado también llevó a la desaparición de su cadena de distribución, que proveía a todos los bares y restaurantes importantes del país.
Boom de las radios a transistores
La importación virtual a Tierra del Fuego permitió alimentar el boom de las radios a transistores que pronto desarrolló una cadena de distribución que permitió venderlos hasta en la calle. Como hoy se venden las zapatillas Nike truchas.
Los televisores
Pero la hora más gloriosa de Tierra del Fuego llegaría con los televisores. Como no había fábricas en el país y pagaban un fuerte derecho de importación, algún genio tuvo la visión de instalar una fábrica de televisores en Tierra del Fuego.
La fabricación consistió al principio en sacarlos de las cajas marcadas Made in Taiwan y meterlos en cajas marcadas Industria Argentina para devolverlos en el mismo camión en que habían llegado al continente. Con el tiempo hubo que disimular un poco más. Llegaban entonces desarmados en sus cuatro piezas principales que se volvían a ensamblar para mandar a Buenos Aires.
Techos para las fábricas
El negocio de fabricar televisores resultó tan rendidor que incentivó la instalación de más fábricas, que a su vez gestó un inesperado negocio más rendidor y sencillo que la propia “fabricación” de televisores a la fueguina.
Las fábricas precisan techos y el techo más fácil para instalar es el de chapa. Las chapas son producidas en el continente y exportadas a Tierra del Fuego permiten obtener del Estado un reintegro del 25 % de su valor, al margen de si la fábrica se construye o no y si funciona o no.
Y al margen podríamos decir de si verdaderamente se exportan o no ya que la exportación virtual a Tierra del Fuego había sido inventada hace algunos años, cuando apareció la conveniencia de ahorrar el siempre engorroso traslado de autos a la Isla para luego tener que reembarcarlos de vuelta.
En tiempos de Alfonsín, cuando se descubrió el negocio, se exportaron a Tierra de Fuego chapas suficientes para techar toda la isla.
Tecnópolis
Los televisores daban para tener caballos de carrera y Mercedes Benz, pero con la llegada del kirchnerismo los apetitos crecieron. El lema fue “Vamos por todo”. Había que estar a la cabeza de la tecnología moderna, como dijo la propia Cristina, Tierra del Fuego se trasformó en un “polo tecnológico de avanzada”.
Así como antes armaban televisores, ahora arman computadoras, notebooks y las demás delicias del mundo moderno, que se envían a Buenos Aires, donde valen tres veces lo que valdrían importadas directamente de origen, sin pasar por el “polo tecnológico”.
Esto en divisas le cuesta al país (ver artículos de Cesar Pagni) 1.500 millones de dólares anualmente.
Ya no se trata de poblar Tierra del Fuego, como era el viejo cuento de los inventores de la Zona Aduanera Especial, que si de eso se tratara resultaría más barato y mejor visto regalar a cada poblador u$s 20.000 en cash en la mano, que nos costaría apenas 100 millones de dólares por año.
Lo curioso es que mientras se persigue al pobre ciudadano que busca defender sus ahorros comprando dólares, el régimen especial de Tierra del Fuego sigue intacto y funciona sin amenazas oficiales. No hay más que recorrer la lista de sus actuales beneficiarios para descubrir porqué. Hay desde gente que comparte aviones con Lázaro Báez hasta felices propietarios de casinos y bingos.
Por algo el país está como está.
(cOsAsDiveRTIdAs:227974) Contrabando legalizado
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